Puede que yo no lo recuerde pero mamá y papá jamás lo olvidarán

El 20 de agosto me subía por primera vez a un avión. íbamos –eso dicen mis papás– a Tenerife para pasar una semana de vacaciones y asistir a la boda de la prima Blanca. Han pasado tres semanas de eso y ciertamente no, yo ya no me acuerdo de nada. De hecho, en ningún momento fui consciente de viajar en ese aparato alargado con dos grandes brazos sobresaliendo del cuerpo. No. ¿Eso es un avión?

¿Sabéis lo que sí percibí? La alegría e ilusión de María y Pipe –ellos son esos a los que en un tiempo llamaré papá y mamá– por llevarme en brazos por el aeropuerto y al sentarme en sus regazos en pleno vuelo. Han sido muchos años de soñar despiertos con ese momento y por fin se hizo realidad. Está claro que jamás lo olvidarán y se les nota el brillo en la mirada cuando recuerdan ese instante y al fantasear con las próximas escapadas que están planeando conmigo.

Y es que si bien es cierto que yo, Felipe, con apenas siete meses, cuando crezca no me acordaré prácticamente de nada de estos primeros viajes, allí estarán mis padres para contármelo, para mostrarme fotos y revivir conmigo determinados instantes y recuperar anécdotas de las que se graban a fuego en el corazón. Es evidente que a día de hoy con estar con ellos me es más que suficiente, no necesito nada más, pero también lo es que ellos están disfrutando de lo lindo y esas sensaciones y emociones que experimentan es motivo suficiente para que sigan recorriendo el mundo ahora conmigo en brazos y pronto de la mano.

Os cuento esto porque son muchas las personas que ya les han dicho eso de que ‘no se va a acordar de nada’, ‘mejor viajar cuando sea más mayorcito y recuerde donde estuvo o lo que vio’. Eso llegará, está claro, y es de lógica que cuando tenga unos añitos me asomaré al mundo de otra manera. Pero mientras tanto, ¿por qué no volar, navegar o subirse a un tren si para ellos es una ilusión cumplida?

En los próximos meses me esperan unas cuantas idas y venidas aunque yo no lo se, está claro. Escucho a la abuela Lola decirle a mamá que le da miedo el crucero –“¡tan chico en un barco tan grande!”– y en el cajón de mi habitación veo guardar algo que parece un gorrito de lana –“guapo y abrigado para ir a Londres”. En primavera, ya tienen comprados billetes para Viena, desde donde recorrerán parte de Austria… ¡Y a menudo escucho hablar sobre el ‘viaje grande de 2019’! ¿Qué será eso?

Lo cierto es que a mi, desde mi cuerpecito y mi cerebro de un bebé de siete meses, todo me importa un bledo, como a ese tal Rhett Butler. Mientras vaya con mamá y papá seguiré sintiéndome seguro, feliz y tranquilo, esté donde esté, vaya donde vaya… Hasta el infinito y más allá.

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