Viajar para crecer. Nuevos destinos para descubrir nuevas culturas y formas de vivir la vida. Periodista especializada en turismo y gastronomía.

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Qué he aprendido en mi primer año viajando con un bebé 

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El 7 de febrero de 2018 nacía Felipe. Apenas semanas después hacíamos nuestro primer viaje en coche con él, un recorrido de 145 kilómetros –Málaga-Algeciras. En junio llegaría su primera vez en barco y en agosto voló en avión por primera vez. En octubre experimentamos los tres juntos lo que es un crucero, en diciembre dimos la bienvenida a la Navidad en Londres y despedimos el invierno en Austria. Difícil contabilizar la de kilómetros que Felipe ha recorrido por tierra, mar y aire, la verdad. Lo que no lo es tanto, al menos para mi, es contaros qué he aprendido de estos 12 meses descubriendo mundo con mi bebé… 

1. Planificarlo todo mejor

Nosotros nunca hemos sido unos locos de los planes al detalle, pero sí es cierto que desde siempre reservamos billetes y hospedaje con tiempo, básicamente para encontrar mejores precios. En esta primera etapa viajando con un niño tan pequeño comprobamos que ahora es necesario añadir algo más de planificación para atender a sus necesidades más vitales. Por ejemplo, al comprar un boleto de avión mejor evitar los madrugones, aunque todo depende de los ritmos y hábitos del niño, está claro. También hemos visto que las largas jornadas en coche moviéndonos de un punto a otro es probable que debamos postergarlas para más adelante. Ir en automóvil cansa y a ellos especialmente. Tenlo todo eso en cuenta antes de optar por un tipo de escapada u otra. 

2. Incluir en la maleta solo lo estrictamente necesario

Las mamás solemos pecar de exageradas, especialmente las primerizas. ¿Cuántas no llenamos las mochilas de los ‘por si acaso’ y luego te das cuenta que podrías haber llevado la mitad de peso? Lo mejor es hacer una lista con lo verdaderamente imprescindible para tu hijo. No llevar ropa en exceso, que siempre se puede dar un lavado rápido en el destino. Pañales para los primeros días, que en el lugar al que vayas es más que probable que encuentres donde compras –que sí, que todo dependerá del destino final pero por norma, estas primeras vacaciones seguro que serán a sitios donde se encuentran estos productos rápidamente. ¿Geles y lociones? Con llevar botecitos de 100 ml que no hay que facturar vas lista. Si vuelas a un lugar de temperaturas suaves, con una sudadera o una rebeca para ese ‘por si hace frío’ vas listo. Zapatos, si ya andara, con dos pares para llevar respuesta es suficiente. Esto de forma resumida. La esencia es la del enunciado: no peques por exceso, sobre todo si tu idea es seguir volando sin tener que facturar o si quieres moverte en coche o tren sin cargar con maletas y enseres que regresarán sin haberse usado.

3. No pienses en ahorrar en transporte público…

Al menos al llegar a la ciudad donde vayáis a pernoctar. Lo comento por experiencias propias. Suele ocurrir que cuando volamos con compañías low cost, los aeropuertos están excesivamente alejados del centro de la urbe. Hay varias opciones, entre estas la de usar metro o bus público. Si cuando ibas sin peque a cuestas  te decidías por esa para ahorrar presupuesto, olvídate de ello. Lo importante ahora es la comodidad para el peque de la casa, ya llegará el momento de retomar ese tipo de medios de transporte. Además, en ocasiones el alquilar un transfer sale bastante más económico de lo que podrías pensar en frío. Consulta tarifas, busca precios económicos y contempla todo lo que te digo. Aterrizar y tener que pasar una hora saltando del tren al metro y/o a un autobús es cansado para cualquiera, imagina que supone para un bebé.

4. Flexibilidad en tema de rutinas y horarios

Hay personas muy estrictas con eso de los (buenos) hábitos. He de decir que no es mi caso pero que aún así cuando viajo con Felipe intento olvidarme por completo de las horas, de que tiene que comer sí o sí en tal momento y que a las 21 en punto debe estar en la cama. ¡Imposible! Sobre todo, al menos en mi opinión, si quieres sacarle todo el jugo a las vacaciones. Para combatir esas situaciones está el llevar en la mochila tentempiés para cuando el peque tenga algo de hambre, agua a mano y por supuesto una sillita de paseo o tus brazos –¡qué mejor!– para que eche una siestecita o tome ese primer sueño. 

5. La mochila de Mary Poppins

Así es como le llamo a mi bolso desde que me muevo de aquí para allá con Felipe, y jamás me imaginé siendo tan previsora, todo sea dicho. Tanto para viajar como para ir al parque, suelo llevar en la mochila tanto algo de comida, fruta, un sandwich o algunas galletas, como su botellita de agua y algunos juguetes para que se entretenga si fuera necesario. Si viajas con niños esta bolsa a lo Mary Poppins cobra más sentido de la cuenta: Has de sumar a todo lo anterior unos cuantos pañales para el camino y una muda por si se manchara demasiado, algo de abrigo por si refresca, ah, ¡y un paquete de toallitas! Quien se eche las manos a la cabeza y piense que me contradigo en relación al punto 2 se equivoca. ¡Puedo demostrar en vídeo que todo eso cabe perfectamente en una mochilita de tamaño normal!

6. Tranquilidad para vivir la experiencia al máximo

Es cierto que viajar con nuestros pollitos tiene un plus de complicación, por así decirlo, pero también tiene un plus de emoción. Estás construyendo desde ya unos recuerdos para él y para vosotros que permanecerán para siempre. Todo suma aunque pienses que él no va a acordarse de que está ante la torre Eiffel o de la alegría que produce andar perdidos por la plaza Mayor en plena Navidad. Cuando vaya creciendo tendrás las fotografías para mostrarle donde estuvo cuando era pequeñito y estoy segura que de una u otra manera todo eso sumará para que crezca con una cajita llena de experiencias y aprendizajes únicos que solo se adquieren descubriendo nuevos lugares y otras culturas. 

7. Y jamás escuches lo que te digan por ahí… ¡Todo suma!

Básicamente justo en las líneas anteriores te decía lo que aquí reitero con más fuerza. Nunca es demasiado pronto para empezar a viajar con tu hijo. Tanto tú como tu pareja, si la tienes, vais a vivir esa escapada con una ilusión máxima, incomparable a la que hayas experimentado en otras ocasiones. Y a eso sumo lo que comentaba antes, que estoy segura que con los años, granito a granito, todo hará que tu chiquilín tenga una mentalidad especial, al menos diferente, fruto de esa apertura al mundo que tú le has ido regalando desde que nació.

Os invito a dejarme en comentarios otras experiencias y aprendizajes que os esté dejando el viajar con tu hijo. Está claro que cada persona lo vive a su manera y es obvio que siempre hay cosas que aprender así que… ¡Soy todo ojos!

Nuestra semana en Tenerife con niños

Hace justo un año los primos Blanca y Octavio nos anunciaban su buena nueva: ¡Se casaban! Yo entonces estaba embarazada de Felipe, así que rápidamente mi pareja y yo nos miramos cómplices: “¡Ya tenemos el primer destino de nuestro pequeviajero!” Dicho y hecho: empezamos a planear nuestras primeras vacaciones con niños en Tenerife. Miramos vuelos y los compramos –del 20 al 26 de agosto de 2018. La boda ha sido en plena temporada alta para la Península, así que pese a sacar los billetes con mucha antelación nos han salido por una cantidad ‘importante’: 180 euros ida y vuelta. Para nosotros, acostumbrados a viajar en modo low cost, sí se nos antoja una cifra a tener en cuenta, pero bueno, por una semana merece la pena. 

El coste del billete de avión de bebés y/o niños varía en función de la compañía aérea con la que vueles (M. S.).

El coste del billete de avión de bebés y/o niños varía en función de la compañía aérea con la que vueles (M. S.).

Por Felipe solo pagamos las tasas, que en este caso no supuso una subida notable del precio pero que si vas en aerolíneas low cost te darás cuenta que suponen unos euros de más nada desdeñables, ¿eh? El caso es que ya con los vuelos en mano, reservamos alojamiento, en este caso sin complicarnos en exceso porque fue una sugerencia de la novia, cerca de donde se iba a celebrar el enlace. Nos quedamos en GF Noelia, en Puerto de la Cruz, con una relación calidad-precio en mi opinión, buena. Ha sido una estancia barata pero obviamente el hotel no era una maravilla. Estaba bien, las habitaciones –al menos la nuestra– amplias y limpias, con un pequeño office y una terraza, piscina en la azotea, un personal de lo más amable… El único ‘pero’ en mi humilde opinión ha sido el buffet, bastante mejorable. Teníamos contratada media pensión, así que allí hacíamos los desayunos y las cenas. Los primeros no estaban del todo mal, pasable, pero la última comida del día dejaba mucho que desear. 

Salimos de Málaga. Facturamos maletas –los billetes nos incluían un equipaje para maletero y los de cabina pero nos permitieron facturarlo todo–, fuimos a tomar un café, puerta de embarque… ¡Emoción máxima! Y es que además no íbamos solos sino que nos acompañaba toda la familia de mi pareja y llevábamos a una acompañante especial, mi sobrina Jimena, así que aquello era toda una aventura. Subíamos al avión seis adultos y seis niños y en destino nos esperaba el resto de la troupe de estas vacaciones con niños en Tenerife. 

Llegamos al aeropuerto del sur de la isla, que está a unos 90 kilómetros aproximadamente. La vuelta la hacíamos desde el del norte, muy cerca de Puerto de la Cruz, donde estábamos pernoctando. Como recomendación, si te preguntas en qué aeródromo aterrizar, lo cierto es que las distancias son relativamente cortas en ambos casos, la verdad, por lo que yo me decantaría por el billete de avión a Tenerife que me ofrezca mejor precio. Nosotros una vez con los pies en las Canarias alquilamos un coche –lo habíamos reservado previamente, porque puedes encontrarte con que no hay vehículos disponibles, teniendo en cuenta lo turístico del lugar.

El vuelo Málaga-Tenerife tuvo una duración de dos horas y media aproximadamente (M. S.).

El vuelo Málaga-Tenerife tuvo una duración de dos horas y media aproximadamente (M. S.).

Los autos que nos asignaron fueron una furgoneta y un turismo. Ambos tenían ya unos cuantos años, ¿eh? Especialmente la furgoneta. Las sillitas de los peques, todas, en el sentido de la marcha y la de Felipe, el único bebé que iba en nuestra pandilla, era un maxi-cosi. Ya nos habían advertido unos amigos que viajan mucho con niños que suelen tener sistemas de retención infantil que deja bastante que desear y así fue. Para próximas escapadas contactaremos directamente con el rent a car para advertirles que nos gustaría que pusieran a nuestro disposición sillas que ofrezcan mayores garantías para ir por carretera.

La sillita del coche de alquiler, como ya nos habían comentado algunos amigos, dejaba mucho que desear (M. S.).

La sillita del coche de alquiler, como ya nos habían comentado algunos amigos, dejaba mucho que desear (M. S.).

Todos a bordo y en mente buscar un sitio para almorzar. El hecho de viajar con peques supone tener en cuenta ante todo sus necesidades. Era mediodía y tenían tanta hambre –o más– como los adultos. Nosotros en mente teníamos probar uno de los típicos guachinches tinerfeños así que nos pusimos a buscar alguno recomendado en Trip Advisor. Son establecimientos donde se suele servir comida tradicional de la isla: guisos caseros, como garbanzas con costillas, conejo en salmorejo, costillas con papas, bubangos (calabacines) rellenos, papas con mojo, carne de fiesta (cerdo adobado en cubitos), churros de pescado (pescado rebozado), etc. En concreto nos fuimos a Las Chozas El Pastor, en La Orotava. ¿Qué nos pareció? Pues bueno, no estuvo mal del todo. Curioso cuanto menos. La comida aceptable, el trato muy amable y la experiencia interesante. Sin más.

Lo que viene a continuación es lo normal de este tipo de escapadas: fuimos al hotel para el check in, dejamos las maletas, almorzamos, descansamos un poco –es lo que tiene viajar con un bebé de siete meses– y por la tarde fuimos a pasear por Puerto de la Cruz.

Qué ver en Puerto de la Cruz

Aquí es donde está el célebre Lago Martiánez –que los visitamos el miércoles– y el famoso Loro Parque – fueron a verlo el domingo. Es una localidad con cierto encanto, antiguo pueblo de pescadores que se convirtió en puerto comercial del norte de la isla y que se considera fue el lugar donde comenzó el turismo canario. 

Puerto de la Cruz se encuentra en el valle de la Orotava, limitando con Los Realejos y la Orotava. El casco urbano está a nueve metros sobre el nivel del mar y puedes encontrar rincones como el Mirador de la Paz que son una suerte de balcón al Atlántico. Desde aquí puedes ver tanto la playa Martiánez como el complejo del lago. La verdad es que desde el hotel Noelia podíamos ir andando más o menos a todos los puntos de interés de Puerto de la Cruz. Había que andar un poco pero da gusto pasear por aquí, ¡más estando de vacaciones!

Uno de los sitios que tienes que conocer es la plaza del Charco, probablemente uno de los puntos más importantes del municipio. Está presidida por palmeras y laureles de indias que se imputaron de Cuba en 1852. Las primeras dan sombra a quienes quieren descansar en sus bancos y observar plácidamente el paisaje, con el ir y venir constante de tinerfeños y turistas, pues en este punto hay muchas tiendas, comercios, cafetería y restaurantes y es un auténtico hervidero de gente. 

Desde la plaza del Charco llegamos a la playa del Muelle, de apenas 30 metros, y si la bordeamos llegaremos a la plaza de Europa, pasando por el Museo de Arte Contemporáneo Eduardo Westerdahl, la Cofradía de Pescadores, el Museo del Pescador y la Ermita de las Lonjas. Nosotros no hicimos parada, la verdad, teniendo en cuenta la prole que nos seguía. Si pasamos un buen rato en la citada plaza, en la de Europa. Esta se construyó con el objetivo de recordar las antiguas fortalezas que defendían la ciudad desde la costa y se conservan seis cañones auténticos de los siglos XVIII y XIX. El complejo está dividido en distintos niveles, por lo que irás subiendo y bajando unos cuantos escalones –¡ojo si vas con carrito de paseo!–, y te toparás con varias esculturas en homenaje a personalidades importantes para las Islas Canarias. Las vistas desde aquí no están nada mal y si prosigues el camino llegas al Paseo de San Telmo, con comercios y restaurantes a un lado y la playa homónima al otro. Al fondo, si sigues caminando, el lago Martiánez… 

Hay otros atractivos y lugares para visitar en Puerto de la Cruz si decides ir de viaje a Tenerife con niños. Desde nuestro hotel llegábamos en apenas cinco minutos a playa Jardín, de arena volcánica, negra y fina. Acostumbrados al litoral de la Costa del Sol y de Cádiz, el contraste es espectacular. Ni mejor ni peor. ¡Muy diferente! Desde aquí vimos un precioso atardecer y nos topamos por sorpresa con pequeños montículos de piedras. Según nos explicaron algunos de los transeúntes, quienes pasan por aquí suelen dejar su ‘granito de arena’ –en este caso, en forma de roca– y ponen una piedra en algunas de las hileras que se encuentran. No sabemos bien quién empezaría con esta costumbre pero sí he leído en prensa que algunas asociaciones ecologistas están en contra de estas especie de torres. Apuntan que altera el ecosistema, ya que al remover las rocas de la zona se destruye el hábitat natural de muchas especies autóctonas que anidan en el lugar. 

El caso es que nos pareció curioso, la verdad, pues han ido creando senderos entre los piedras apiladas y es normal ver a los niños recorrerlos llevados por la curiosidad, como si de un laberinto se tratara. Da a la zona un aspecto un tanto misterioso, teniendo en cuenta que estamos en una playa de arena negra que ya de por sí llama la atención, al menos a quienes no estamos acostumbrados a verla… Jimena y yo pasemos por uno de los caminos marcados e incluso ella puso su piedrecita para dejar constancia de haber pasado por aquí. No teníamos ni idea de lo que esgrimen los ecologistas al respecto. De haber tenido conciencia de ello se lo habría explicado a la peque para que supiera de dónde viene todo esto. 

Lago Martiánez

Mención aparte y visita especial merece el famoso lago Martiánez, que está en Puerto de la Cruz. Se encuentra en el extremo contrario al que está el hotel Noelia, donde nos alojábamos, por lo que fuimos en coche. En apenas 10-15 minutos llegamos y nos sorprendió –gratamente– lo que encontramos. De hecho, fuimos a pasar la tarde, llegamos sobre las 17 horas, y si lo llegamos a saber habríamos ido a pasar el día. Teniendo en cuenta que se trata de un viaje a Tenerife con niños, este es un planazo para pasar una jornada completa de diversión en familia. 

Probablemente alguna vez hayáis oído hablar del lago Martiánez, un conjunto de piscinas de agua salada que llega directamente del océano. En total son siete lagos que representan las siete islas Canarias. Se llenan a través de tuberías de alta presión y escupen agua al aire, asemejándose a un volcán que lanza lava.

El complejo, como os podéis imaginar, está a pie de océano, por así decirlo. Cuenta con completas instalaciones: restaurantes, terrazas, jardines y tres de las piscinas están completamente adaptadas para los peques, con instalaciones para que puedan jugar y divertirse en el agua. Hay tumbonas y mesas con sillas para tomar algo tranquilamente y la verdad es que las visitas son espectaculares, a pie de montaña y junto al mar. 

Información de utilidad sobre el lago Martiánez (contrastada con la propia empresa: Precio único de 5,50 euros para adultos y 3 euros niños (de 4 a 10 años, menores de esa edad no pagan). Abre en invierno –de mediados de septiembre a principios del mes de junio– de de 10 de la mañana a 18 horas. En verano cierra entre las 19 y las 20 horas. Un punto importante: la taquilla solo abre hasta las cinco de la tarde.

Garachico y las piscinas naturales El Calentón

Como era de prever, Tenerife es un destino vacacional pasado por agua y junto con el lago Martiánez, otra de las visitas acuáticas imprescindibles es Garachico, para zambullirnos en las piscinas naturales El Calentón. Esta localidad está situada en la parte noreste de la isla, perteneciente a la comarca de Icod-Daute-Isla Baja, y sorprende por lo bonito de su casco histórico. Posee un patrimonio arquitectónico muy rico y bien conservado, de ahí que esté considerado Bien de Interés Cultural desde 1994. 

La plaza de la Libertad es el corazón del pueblo, con planta rectangular y en el centro un kiosco con templete de música que suele ser escenarios de eventos de ocio y cultura. Es un lugar perfecto para repostar, tomar algo y seguir con las visitas y además aquí se encuentran algunos de los edificios más importantes de esta villa tinerfeña. Está el ayuntamiento, la iglesia de Santa Ana, la Casa de la Cultura, la casa de los marqueses de la Quinta Roja y una escultura de Simón Bolívar –este militar y político venezolano tiene raíces garachiquenses. 

Anduvimos un rato por las callejuelas de este coqueto municipio y almorzamos en uno de los restaurantes recomendados en TripAdvisor –sí, debo confesar que somos de esos que van buscando los sitios recomendables para comer cuando visitan un destino. Cogimos mesa en Los Pinos –tuvimos que esperar un buen rato pero mereció la pena– y en la comanda, cómo no, figuraban las papas con mojo. ¡Nos encantaron! También el queso asado y la tortilla de plátano, los huevos estrellados y el pulpo y las gambas en mojo hervido. Los chocos y el pulpo a la plancha, las sardinillas fritas, los pimientos de padrón, las gambas al ajillo y la carne de cabra o los champiñones empanados eran otras de las sugerencias del local.

 

Pasamos la sobremesa y parte de la tarde en El Calentón. ¿Cómo son exactamente estas piscinas naturales? La orografía de la zona ha creado una suerte de piscinas naturales, como su nombre indica, en las que es posible bañarse con total tranquilidad. Se han construido plataformas, escaleras y zonas para reposar y tomar el sol y es una auténtica delicia. Hay que añadir la espectacularidad del paisaje, junto al castillo de San Miguel y con las vistas del famoso roque, símbolo de la erupción que arrasó Garachico hace mas de tres siglos… ¡Qué bien ha sabido renacer de las cenizas este precioso municipio! 

Las piscinas naturales El Calentón cuentan con socorriste en la temporada de verano, hay restaurante, baños públicos, zona para aparcar y otros servicios y comodidades en los aledaños. Perfecto para pasar el rato o un día entero si vas a pasar más tiempo en Tenerife. 

Rumbo al Teide

Dejamos a un lado los baños en la mar salada para montarnos a la furgo que alquilamos* y emprender la marcha rumbo al Teide. Partimos del hotel Noelia, en Puerto de la Cruz, y tomamos la carretera TF-21 que une La Orotava con el Portillo de la Villa, atravesando el parque nacional. Es una carretera con un carril por sentido, con bastantes curvas, ¿eh? Lo advierto porque si viajas con peques igual se pueden marear. Nosotros, que llevábamos cinco niños a bordo –incluyendo a Felipe, con apenas 7 meses– no tuvimos ningún problema pero no está de más tenerlo en cuenta. 

El camino merece la pena, todo hay que decirlo, y es un gustazo ir contemplando las vistas conforme se va tomando altura, con un mar de nubes a nuestros pies. Hay varios miradores en los que parar para deleitarse con la panorámica y es una manera de hacer un kit-kat, tomar agua y reponer fuerzas para seguir ascendiendo. En total son unos 40 kilómetros, aproximadamente una hora en coche, hasta llegar al kilómetro 43, donde se sitúa el teleférico del Teide para quienes quieran subir. Yo quería haberme montado pero al viajar con más personas y ser prácticamente la única interesada en subir –y sin olvidar que yo iba con koalita incluido– no me decidí, la verdad. No era el plan ideal para dejarlos esperándome un buen rato… 

Sea como fuere, para quienes sí quieran llegar a la cumbre, aquí os dejo la información: Horario de 9 a 16 horas, siendo las cuatro de la tarde la última subida al Teide. En julio, agosto y septiembre el horario se alarga hasta las 19 horas. Los precios: 27 euros los adultos y 13,50 euros los niños (no residentes, claro). Esto no incluye el permiso para acceder al cráter, ¿eh? Hay que solicitarlo a la Administración del Parque Nacional a través de internet, haciendo clic en este link. 

A modo de reseña, apuntar que el Teide tiene una altitud de 3.718 metros de altura sobre el nivel del mar y es el pico más alto del país y el tercer mayor volcán de la Tierra desde su base en el lecho oceánico (7.500 metros sobre este). La altitud de este pico convierte a Tenerife en la décima isla más alta del mundo. El volcán forma parte del Parque Nacional del Teide y se considera Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde el año 2007. 

  • Ojo: en relación a alquilar coche en Tenerife para recorrer la isla, es fundamental ser previsores porque el parque de vehículos no es excesivamente grande en relación con el gran flujo de turistas que tiene el lugar. Fundamental reservar con antelación si no quieres verte compuesto y sin coche o, casi peor, si no te quieres ver pagando el servicio de rent a car a precio de oro.

Icod de los Vinos: Drago Milenario y Mariposario

El Drago Milenario es una de las visitas consideradas ‘imprescindibles’ en la isla. Los tinerfeños tienen un especial cariño a este árbol de alrededor de 800 millones de años de edad, Monumento Nacional desde 1917. Si te preguntas si merece la pena acercarte a Icod de los Vinos para verlo en vivo y en directo, mi respuesta es que sí. Yo no pensé que me impresionaría tanto. Me gustó muchísimo, la verdad, y ya de paso conocimos un poquito más de cerca Icod de los Vinos, el lugar donde se casó la prima Blanca. 

El Drago Milenario es el más antiguo del archipiélago, mide alrededor de 16 metros de alto y tiene una base de 20 metros de circunferencia. Alrededor del mismo se ha creado un espacio ilustrativo donde se acerca a los visitantes detalles e información de interés en relación a este majestuoso árbol. Han creado así el Parque del Drago Milenario. Puedes entrar al mismo de forma totalmente gratuita pero si quieres acercarte al Drago y contemplar su enormidad a sus pies, sí has de pagar entrada. Los adultos han de abonar cinco euros y los menores de ocho años 2,50 euros. Nosotros no accedimos al recinto, la verdad, pues desde fuera se puede ver perfectamente y justo en el mirador que hay en la iglesia de San Marcos, que está delante de este ejemplar botánico. 

En lo que respecta a Icod, en esta localidad tinerfeña la citada iglesia es una de las visitas de interés, situada en el parque de Lorenzo Cáceres, donde hay un pequeño kioskito para tomar algo y unas instalaciones urbanas para los más pequeños –columpios y algunas atracciones infantiles. Nosotros aprovechamos para sentarnos a la sombra y tomar algo para refrescarnos. Fuimos a finales del mes de agosto y tuvimos días de bastante calor. 

Otra visita interesante si planeas un viaje a Tenerife con niños y quieres conocer Icod de los Vinos, es la del mariposario, a apenas unos metros del Drago Milenario. Yo reconozco que entré sin mucho interés pero sabía que a los peques les gustaría esta atracción así que mi pareja –Pipe– se quedó con Felipe fuera, porque la humedad que hay dentro del complejo es alta. La idea es reproducir el ecosistema en el que viven las mariposas, que son muy sensibles y delicadas a las condiciones medioambientales.  

Como os decía, accedí sin grandes expectativas y cuál fue mi sorpresa –hay que decir que era la primera vez que pisaba un mariposario y probablemente eso influyó–: ¡Disfruté casi tanto como los niños! Cuentan con más de 800 mariposas exóticas –en torno a 150 especies diferentes– que vuelan en total libertad y que incluso se ‘acercan’ a saludarte y, con suerte, se posan en ti. El personal del complejo, muy amable y simpático, nos enseñó cómo es el ciclo biológico de estos insectos, cómo pasan de orugas a mariposas, de qué manera llevan a cabo el apareamiento e incluso cómo son sus bailes nupciales. Todos los días nacen ejemplares y es un auténtico espectáculo de colores y contrastes. 

Una de las más conocidas es la mariposa monarca, con sus alas de color naranja y negro. ¡Qué preciosidad! Estas las podemos encontrar con facilidad pero hay especies realmente únicas, como la morpho azul, que cuando tiene sus alas recogidas parece de color negro y al abrirlas muestra un tono azul radiante que te deja sin palabras. Y así otras muchísimas mariposas que como os cuento me impacto a mi tanto como a Jimena y Gonzalo, otro de los pequeviajeros que han descubierto Tenerife junto a Felipe.

Tras esta intensa mañana de visitas tocó reponer fuerzas y nos quedamos en la tasca La Parada. En este caso preguntamos a gente del pueblo y nos recomendaron este restaurante que fue un acierto total. Pedimos papas arrugás y ropa vieja –¡riquísima!, tetillas Canarias, queso frito y solomillo. Estaba todo delicioso y el personal, como en prácticamente todos los lugares que hemos visitado en la isla, de lo más amable y servicial. 

Tras el almuerzo decidimos regresar al hotel para descansar. El ir de vacaciones con un bebé implica, en la medida de lo posible, intentar respetar, al menos en parte, algunas de sus rutinas. Como no habíamos parado en toda la mañana regresamos a nuestra ‘casa’ tinerfeña para dormir un poco y reponer fuerzas. Felipe llevó las idas y venidas por la isla bastante bien, la verdad. Nuestro pequeviajero promete ser un trotamundos con todas las de la ley… 

Los acantilados de los Gigantes desde el mar

Amanecemos el viernes 24 de agosto en Puerto de la Cruz con un planazo en el horizonte: navegar por los acantilados de los Gigantes. Los Gigantes es una de las localidades costeras de Tenerife. Pertenece al nuncio de Santiago del Teide, al sur de la isla, y a una distancia considerable desde donde nos alojamos. 

El trayecto es de algo más de una hora –unos 55,4 kilómetros– si se toma la autopista TF-5. Existe una alternativa por carretera comarca pero nos comentaron que no es recomendable, especialmente si viajas con niños. Son muchas curvas y el trazado es un tanto irregular, con baches que terminan resultando molestos. Nosotros no lo dudamos y decidimos tomar la citada TF-5 y llegamos sin problema, salvando las típicas preguntas “¿cuánto queda?”, “¿y cuándo llegamos?”… Gajes de la escapada si vas en furgo con cinco menores que terminan aburriéndose de jugar al ‘veo, veo’ o a las adivinanzas. ¡Lógico!

Llegamos por fin a nuestro destino para pasar un rato en el Oasis de los Gigantes, un complejo turístico con piscinas en el que pasamos un buen rato y almorzamos. La ruta en barco por los acantilados era al caer la tarde. De este lugar decir que las fotografías engañan muchísimo, ¿eh? En la web sí que se imagina uno un auténtico paraíso acuático pero lo cierto es que el lugar es pequeño en comparación con las expectativas que nos crean en su página. Sea como fuere lo disfrutamos, nos refrescamos, comimos unas pizzas y de allí fuimos directos a lo que empezó como una película de piratas… 

Nada más subirnos comenzó a sonar la banda sonora de la película ‘Piratas del Caribe’ y empezaron a izar banderas. El Flipper Uno, como se llama este barco –contratamos la excursión en el hotel a 30 euros por persona, tres horas con comida incluida–, comenzó a navegar y empezamos a disfrutar del momento. Poco a poco nos íbamos alejando de tierra firme para ir bordeando esta parte de la isla. En el camino paramos en varias ocasiones para ver nadar a las ballenas, ¡fue realmente espectacular! El personal del barco nos explicó sobre las ‘normas de sociedad’ de estos animales y resultan de lo más curiosas: viven en manadas pequeñas y tienen relaciones ciertamente complejas. Se comunican entre sí a través de sonidos y son especialmente protectoras con las crías. Trabajan en equipo para conseguir un beneficio mutuo y cooperan con otras especies cuando les resulta necesario.

Llegamos finalmente a los acantilados de Masca y Los Gigantes, uno de los puntos más altos del mundo con cotas de hasta 600 metros de altitud. Quienes quisieron pudieron darse un chapuzón –y dos y tres…–, con tirolina incluida. Sin lugar a dudas una experiencia única. Yo, que reconozco ser de secano pese a ser malagueña, me quedé a bordo para tomar fotos de los que sí se animaron a dar el salto al océano.

Tocaba retomar camino de vuelta, con un atardecer precioso que dejó una paleta de colores que ya quisieran haber conseguido grandes pintores. Sin palabras. Un auténtico espectáculo a la caída del sol que nos regaló este viaje a Tenerife en familia. 

¿Loro Parque? No, gracias

El sábado era el gran día. Blanca y Octavio se daban el ‘sí, quiero’ en Icod de los Vinos. Una ceremonia sencilla, llena de magia, que se celebró en la Hacienda La Gañanía. La finca es una auténtica preciosidad, con vistas impresionantes al Teide y a los acantilados del norte de la isla. Todo cuidado hasta el más mínimo detalle. ¡Lo pasamos genial! Obviamente, ese día no hubo tiempo para más y vivimos una jornada inolvidable. Era la primera vez que acudíamos a un festejo de estas características con Felipe y lo pasamos de maravilla. 

Al día siguiente se planificó la visita al Loro Parque, uno de los lugares probablemente más recomendados para quienes van a pasar sus vacaciones en Tenerife con niños. Yo no visité el que se considera “el mejor zoo del mundo”. Me quedé con el peque y su abuela pasando el día relajadamente por Puerto de la Cruz. He de decir que estos sitios no son santo de mi devoción. Ni más ni menos. Quienes quieran incluirlo en su visita a la isla no tienen más que buscar información en la web. 

Y hasta aquí llegó nuestra intensa visita a tierras canarias en el que fue el primer viaje en avión de Felipe Felipito. La escapada no pudo salir mejor, la verdad. Obviamente quedaron mil cosas por ver pero hay que adaptarse a los nuevos tiempos y ahora hay que pensar más en el niño para hacer cada aventura lo más placentera y cómoda posible para él. Ya habrá tiempo de volver y visitar aquellos lugares y rincones –muchos, de verdad que lo se– que quedaron pendientes.